viernes, 8 de julio de 2011

FUNDAMENTOS DEL POR QUÉ NO A LOS TRANSGÉNICOS

Fecha:  viernes, julio 08, 2011

1) PERÚ, PAÍS SUI GÉNERIS
En razón de su accidentado territorio y su peculiar ubicación en el globo terráqueo, el Perú tiene 85 de las 104 zonas de vida y 28 de los 32 climas identificados en el planeta, además de 72 grupos etnolingüísticos, a los que se suman las colonias de inmigrantes y las franjas de mestizaje resultantes de los cruces progresivos.

Sin duda, ningún otro país posee este superlativo grado de diversidad natural y cultural en proporción con el tamaño de su territorio.

Por esta elemental característica, no es racional aplicar en el Perú —desde el gobierno central— diagnósticos, recetas y modelos diseñados para el común de los países; mucho menos aún en el caso del agro y sin consultar previamente con las instituciones representativas del sector, igual que con los gobiernos regionales y locales, que están mucho más cerca del campo que el poder afincado en Lima.

2) EL TESORO DE LA BIODIVERSIDAD
Dentro del marco señalado, la biodiversidad —conformada por plantas, animales y microorganismos nativos— es el mayor patrimonio vivo, renovable y compartible del Perú.

Dicha riqueza natural y la milenaria creatividad del hombre peruano, ayer hicieron posible el desarrollo de la civilización agraria más espléndida del mundo antiguo, en un medio geográfico naturalmente poco apto para esta actividad, y hoy mismo son la gran base de la producción agraria y la gastronomía más diversificadas del planeta.

Ahí están las mayores ventajas comparativas (o naturales) y competitivas (o culturales) del país frente al mundo; tal como lo están demostrando el auge sostenido de nuestras agroexportaciones orgánicas (3,664% de crecimiento en los 11 años pasados) y el “boom” imparable e incluyente de nuestra gastronomía, rumbo a la internacionalización, incluso para atraer nuevas inversiones y turismo.

Aún más, en los años recientes la agrobiodiversidad y la gastronomía han sido determinantes para levantar la identidad y la autoestima de los peruanos en torno a la comida, en el marco de la única revolución espontánea, pacífica e incluyente que puede internacionalizar sosteniblemente a la economía y la cultura del país.

Como clara prueba de ello, precisamente, el 23 de marzo último en Washington, la Organización de Estados Americanos (OEA) declaró a la Gastronomía Peruana como Patrimonio Cultural de las Américas para el Mundo; tal como muy pronto hará también la UNESCO en escala planetaria.

Este reconocimiento internacional se la logrado por la combinación armoniosa de diversos productos agrarios y pesqueros —casi íntegramente nativos y mayormente ecológicos— con la ancestral creatividad de los cocineros(as) peruanos(as), sin intervención alguna de transgénico alguno.

En otras palabras, gracias a su megabiodiversidad, el Perú es un país de productos-boutique para mercados gourmet.

3) ROL DE LA BIOTECNOLOGÍA
Sin duda, la biotecnología es un instrumento que puede ayudarnos a preservar, multiplicar y aprovechar nuestra biodiversidad. Por ejemplo, mediante la selección, los cruzamientos, la injertación, la hibridación, la clonación, la inseminación artificial, la transferencia de embriones y otras alternativas sanas de mejoramiento genético y reproducción rápida de especies.

Pero, en vez de fomentar la aplicación de las diversas ramas o vertientes de la biotecnología en nuestro agro y nuestro país, incluso para ir quemando etapas y responder mejor a las distintas expectativas de desarrollo del sector, ciertas instituciones y funcionarios del gobierno vigente —sobre todo del Ministerio de Agricultura y el INIA— en los últimos años se han dedicado sólo a sobredimensionar las presuntas bondades de la “biotecnología moderna” o transgenésis y los productos transgénicos, sabiendo que los mismos dependen de los grandes países y sus corporaciones transnacionales, así como ocultando o negando maliciosamente los grandes riesgos que los mismos entrañan para la biodiversidad, el agro, la gastronomía, la seguridad alimentaria, la salud, el medio ambiente e —incluso— el mínimo de independencia tecnológica y económica que debe preservar el país.

Ojo: no afirmamos que la transgénesis y los transgénicos sean malos en sí, sino únicamente que entrañan grandes riesgos para países como el nuestro; ante los cuales debemos actuar con máxima cautela.

4) QUÉ ES UN TRANSGÉNICO
En términos sencillos, producto transgénico es una especie animal o vegetal a la se le introduce artificialmente el(los) gen(es) de otra especie (incluso microorganismo), para que tenga —sin cambiar de apariencia— alguna(s) característica(s) que normalmente no posee. Por ejemplo: mayor resistencia a la sequedad, a ciertas plagas y enfermedades, a los pesticidas químicos o el manipuleo postcosecha y la exposición en el mercado, o mayor contenido de nutrientes.

Aparentemente, esto sería positivo, pero el asunto tiene sus bemioles, porque no se trata sólo del perfeccionamiento de las obras de la Madre Naturaleza, sin vulnerar a las leyes de ésta, sino de insertar —verbigracia— algún gen de la víbora en la papa o cierto gen del zorrillo en el arroz.

Y un caso aún más verosímil, frente a la creciente contaminación ambiental: aplicando la transgénesis también es posible aislar el gen de la rata que permite a ésta vivir sin problema alguno entre los albañales y basurales infectos e insertarlo en cualquier cultivo o animal doméstico, para que éste prospere en dichos ambientes.

Las posibilidades de esta disciplina son, pues, infinitas y hasta temibles; tanto que algunos laboratorios ya estarían investigando para “producir” hasta seres humanos inmunes o de la raza que deseen, obviamente para servir a los que puedan pagar el costo.

5) TRANSGÉNICOS AGRARIOS
El transgénico más antiguo salió de Estados Unidos al mercado mundial en 1996 y desde entonces existen unos 10 en circulación.

De éstos, conocer la naturaleza de dos resulta especialmente importante para el Perú:
Maíz transgénico: Éste posee el gen de una bacteria que emite una toxina letal para ciertos gusanos aficionados a dicho producto. O sea que este cultivo trae incorporado su propio insecticida, y

Soya transgénica: Ésta tiene un gen parecido, pero el cual permite al cultivo resistir airosamente a un veneno llamado glifosato, que mata a todas las hierbas que buscan disputarle espacio y nutrientes a la soya.

Atraídos por esas características, ciertos países y agricultores del planeta se ven empujados a cultivar esos materiales transgénicos, por ahorrar gastos en pesticidas; aunque no siempre les signifique obtener mayores rendimientos que con las variedades tradicionales. Pues no hay transgénicos que resistan a todos los factores ambientales adversos y, encima, todos exigen la aplicación de paquetes tecnológicos específicos.

Pero, un maíz que mata a un gusano y una soya que es capaz de resistir a un poderoso veneno, ¿son buenos o malos para la biodiversidad, la salud humana o animal y el medio ambiente? Cada cual tiene la respuesta.

Por otro lado, cabe añadir que los transgénicos diseñados para resistir a determinadas plagas, enfermedades y tratamientos, han resultado ineficaces ante otros azotes (caso algodón en Colombia) o han empezado a generar resistencia a los mismos problemas que pretendían resolver (caso China).

6) PROPIETARIOS Y PROMOTORES
La receta de los transgénicos proviene de los mismos países desarrollados y corporaciones transnacionales que —a partir de los años 60 del siglo pasado— impusieron la denominada “Revolución Verde”, recomendando el uso intensivo de variedades (semillas) mejoradas de cultivos, máquinas costosas y agroquímicos contaminantes.
En lo inmediato, esta fórmula generó “milagros” productivos en algunos países, sobre todo en trigo y maíz.

Pero cabe recordar que el uso de variedades mejoradas también trajo consigo la erosión genética o desaparición de muchas variedades ancestrales de los cultivos; en tanto que el abuso de los agroquímicos ha provocado una descomunal contaminación de campos, aguas y productos, además de generar resistencias indeseables en las plagas y enfermedades, así como diversos males en la población humana.

Aún más, según la comunidad científica internacional, los agroquímicos son responsables —aproximadamente— del 30% del calentamiento global o “efecto invernadero”, que ha puesto en jaque a la misma existencia de la humanidad.

¿No podría repetirse este mismo cuadro con los transgénicos, aunque en otros aspectos y dimensiones? Es una incógnita que obliga a pensar y repensar mirando simultáneamente al pasado y el futuro.

En cambio, no es misterio que la transgénesis y los productos transgénicos son propiedades internacionalmente patentadas de algunas corporaciones transnacionales de los países más ricos, especialmente Estados Unidos.

Para desarrollarlos, aquéllas han invertido e invierten montos multimillonarios, imaginables para países como el nuestro, pero que los recuperan con holgura capturando los grandes mercados internacionales de semillas y alimentos (commodities), sin reparar en la dependencia en que caen los países-objetivo.

Esas compañías aparentan querer compartir dichos avances de la ciencia con las naciones que no tienen suficientes recursos para desarrollarlos, como el Perú.

En tal sentido, incluso, promueven la introducción furtiva y el uso inicialmente gratuito de sus semillas transgénicas por los agricultores de los países-objetivo. Así ha ocurrido en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Colombia, entre otros países latinoamericanos. Y ahora tiende a replicarse en el Perú.

FUENTE: Agronoticias



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